A veces me pongo filosófica

Hay un dicho que reza de la siguiente manera: “La vida es lo que te va sucediendo mientras te empeñas en hacer otras cosas”. Una frase muy cierta. Yo me he pasado la vida intentando hacer y la vida ha hecho lo que ha querido conmigo.

Y aquí estoy, con 36 añazos  de almanaque jugando a muñecas. Por supuesto que jamás creí que esto pasaría, para nada, pero… así son las cosas. También es cierto que la vida no es sólo lo que vas haciendo ni lo que ella hace contigo. También es la gente que vas conociendo y sobre eso quiero hablar hoy.

Hace cosa de un año, o algo menos, sólo quería una Nancy, para hacer yo sus trajecitos y así pasar el tiempo y entretenerme. Lo que no sabía era que detrás de Nancy hay todo un mundo escondido. Un mundo que, aunque a veces sea feo, la mayor parte del tiempo es un mundo extraordinario.

Os contaré mi historia.

Cuando me regalaron mi primera Nancy (nunca tuve una de pequeña) entré en mis Nancys de la mano de Candela, allí conocí, primeramente, a Karmeta y ésta me presentó a Anamami. Y entre todas hemos formado “una pequeña familia”.

En noviembre fuimos a Valencia unos días y pude conocer a Ana y a su familia. Ni que decir tiene que la experiencia fue insuperable.

Ana, una persona fabulosa. Su marido un encanto y sus hijas… bueno, con unos padres así, ¿cómo van a ser sus hijas? Pues de lo mejor. Amables, generosas, simpáticas, educadas y mil adjetivos más y todos buenos.

Siempre andamos pidiéndonos ayuda y diciéndonos las unas a las otras “que buena eres”, “pues anda que tu…” y lo cierto es que si soy buena, generosa y todas las cosas positivas que puedo ser con ellas no tiene mérito. Porque ser generoso es muy fácil cuando recibes tanto cariño y amistad por parte de unas personas que hace poco que conoces.

Hace un año todavía no las conocía, ni siquiera tenía una Nancy, como ya he dicho antes y la vida, esa de la que antes hablaba, esa que se empeña en hacer conmigo lo que quiere, me llevó a conocer a esta pequeña familia de amigas.

Todo esto lo cuento porque ayer me he emocionado, pero me he emocionado de verdad, de esas emociones que te caen por los ojos. Y es que, a veces, los detalles más pequeños son los que te llegan al corazón.

Me ha llegado un sobre de Amanda, la hija de Ana, en el que venían 4 marcapáginas que ella misma se ha encargado de hacer. Me los ha enviado en agradecimiento por un favorcillo que a mí no me costaba nada y a ella le hacía mucha ilusión.

Son preciosos, pero eso no es lo más importante. Lo más importante es que los haya hecho ella, que se haya acordado de mí y que le haya puesto tanta ilusión.

Por detrás tiene unas frases que remueven el corazón hasta de la persona más dura del mundo, pero esas no os las enseño, que me pongo colorá.

La ternura, la sencillez y la amabilidad de estas chiquillas me ha calado mucho, porque una no está acostumbrada a que chicas de esta edad sean así.

Y esta entrada de hoy es para dar un beso enorme a todas estas amigas que he hecho en este último año, pero en especial y sobre todo a Amanda. Porque las palabras, o las letras, cuando salen de corazón se nota y porque este pequeño gesto que ha tenido conmigo ha sido tan, tan, tan grande para mí, que no creo que se me pueda olvidar nunca.

Muchos besos para toda esta familia Nancyera que somos y gracias a todas por darme tanto a cambio de tan poco.